"La mujer que amé se ha convertido en fantasma.
Yo no he entendido nada cuando se ha desaparecido de mi vida, y un poco menos
todavía cuando he encontrado sus huellas en el piso.
No sé mucho de las fantasmas, de hecho aparte de
Drakula no he leído ninguna historia de horror. Debería tal vez consultar en la
nueva y ampliada edición del Bestiario, cómo funciona eso: un alma que no tiene
consistencia tangible, al perder un mechón de cabello rubio, largo y lizo, se
materializa."
“El día después
del fin del mundo abrí los ojos incrédula. Me levanté, me duché y desayudé,
puse mi vestido de lana porque hacía frío y cogí el autobús para ir al trabajo.
No pensaba que por un simple findelmundo hubiese abolido algo tan evidente como
el trabajo. Sólo en el autobús vi una escena tan rara que parecía creíble con
la única excusa del apocalipsis.
Un hombre mayor,
parecía tener unos setenta años, de repente hizo un guiño-evidentemente no fui
yo la destinataria. Una mujer, también mayor pero muy bien arreglada, respondió
al gesto con manifiesto ademán de la cabeza y sonreía.
-Mucho gusto,
señora, mucho gusto y todo mi respeto. Por cierto, soy Dorombai Marcell.
La señora siguió
con su sonrisa, de hecho ya bastante sugerente. Se sentaron uno al lado del
otro y de un minuto al otro se estableció entre ellos un ambiente peculiar.
Como unos adolescentes que se encuentran en un discoteca y se enamoran de
primera vista. Evocaron los días antes del fin del mundo con una nostalgia
dulce-amarga y se acordaron a las mismas cosas. El cielo era mucho más azul, el
transporte público mucho más confortable, la ciudad más tranquila, y,
naturalmente los jóvenes mucho mejor educados.
Al llegar a la
oficina suspiré profundo. El mundo… debe de tener dos fines. Cómo mínimo.”
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